Primer día. Subida a Hornbjarg |
La ruta transcurriría pasando de una
bahía a otra. Así dicho parece un paseo playero, sin embargo esas bahías
las devíamos pasar por el fondo de las mismas, por los collados que las
rodeaban. Esto implicaba que para atravesar una bahía y llegar a la
siguiente debías invertir día y medio entre subir la montaña, bajarla
por el lado opuesto y atravesar la bahía para enfrentarte con la
siguiente.
A 534 metros de altura |
El Fin del Mundo. Hornbjarg. |
Esta ruta está excepcionalmente detallada en el blog GRANDES VIAJES. Aquí solo os doy una muestra para abrir el apetito...
Segundo día. Hacia Hoduvik |
Estas enormes formaciones tenían la forma al fondo de un
circo glaciar. Con sus montañas de paredes lisas y mucha roca suelta,
difícil al paso y sus cascadas y arroyos que caían casi directamente al
mar. Entre medias de este paisaje y la playa, siempre una gran planicie,
en ocasiones de pastos, en ocasiones pantanosas y llenas de mosquitos, y
en ocasiones se dividía en grandes terrazas que iban descendiendo hacia
el mar. Y que por mucho que bajaras parecía que no ibas a llegar nunca.
El collado del zorrillo... |
Nuestro amigo por una tarde. El zorrillo ártico. Aún le quedaba pelaje blanco en la cola... |
Era uno de los efectos de aquel lugar. El
tiempo y el espacio allí funcionaban diferente que en mi cabeza. Las
distancias siempre resultaban mayores de lo que tú a simple vista podías
estimar y el tiempo que creías que ibas a invertir era siempre la mitad
del invertido en realidad. La inmensidad del paisaje y la dificultad
del terreno distorsionaban los sentidos. Y era un hándicap a batir.
Aunque la mayor dificultad con la que nos enfrentamos fue con nuestra
resistencia emocional. El ánimo es un sentimiento que te domina y te
hace avanzar, te da aliento y sentido a lo que haces.
Tercer día. Aquel "laguito" del fondo era una zona pantanosa. Se convirtió en mi infierno personal |
El tercer día pasé un día
oscuro y así se me hizo el camino, aunque con ayuda de un salmón ahumado
y palabras de ánimo del compañero conseguí superarlo y terminar en la
siguiente bahía. Y las moscas. Ese zumbido incansable, esa terquedad,
esa insistencia infatigable por penetrar en cada orificio de la cara y
de chuparte cada gota de sudor de los brazos, de cientos de moscas
alrededor hizo que el ánimo de mi compañero se quebrara al día siguiente
y se convirtiera en su peor momento, en su pesadilla particular.
4º Día. Civilización |
Estuvimos
solos los 4 días de la marcha. Bueno, si no contamos a las miles de
aves marinas y a los zorrillos árticos que nos llegaron a visitar una
tarde y tomamos un té con pastas. ¡Qué placer cuando puedes disfrutar de
la naturaleza desde un collado y desde otro y otro más sin ninguna otra
voz más que la tuya!
Cuando llegamos el 4º día al lugar donde nos
recogería el barco para devolvernos a la civilización yo estaba repleta
de sentimientos encontrados. Al mismo tiempo deseaba volver y continuar
mi viaje.
Fue un gran viaje. De los que te enseñan por dentro y por fuera.
De
la civilización lo que recuerdo con más cariño es la cena en aquel
restaurante de Isafjordur. La luz que lo envolvía todo, el aroma a café,
el edificio de madera amarillo y la decoración tan delicada... ¡Fue un
verdadero placer civilizado! La comida fue lo de menos, la verdad. Y eso
que estaba exquisita.
Mi restaurante favorito. La civilización. |
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