ICELAND. 4 DÍAS DE TREKKING POR LA PENÍNSULA DE HONSTRANDIR


Primer día. Subida a Hornbjarg
La ruta transcurriría pasando de una bahía a otra. Así dicho parece un paseo playero, sin embargo esas bahías las devíamos pasar por el fondo de las mismas, por los collados que las rodeaban. Esto implicaba que para atravesar una bahía y llegar a la siguiente debías invertir día y medio entre subir la montaña, bajarla por el lado opuesto y atravesar la bahía para enfrentarte con la siguiente.

A 534 metros de altura
El Fin del Mundo. Hornbjarg.

 Esta ruta está excepcionalmente detallada en el blog GRANDES VIAJES. Aquí solo os doy una muestra para abrir el apetito...

Segundo día. Hacia Hoduvik

 
 Estas enormes formaciones tenían la forma al fondo de un circo glaciar. Con sus montañas de paredes lisas y mucha roca suelta, difícil al paso y sus cascadas y arroyos que caían casi directamente al mar. Entre medias de este paisaje y la playa, siempre una gran planicie, en ocasiones de pastos, en ocasiones pantanosas y llenas de mosquitos, y en ocasiones se dividía en grandes terrazas que iban descendiendo hacia el mar. Y que por mucho que bajaras parecía que no ibas a llegar nunca.

El collado del zorrillo...

Nuestro amigo por una tarde. El zorrillo ártico. Aún le quedaba pelaje blanco en la cola...

Era uno de los efectos de aquel lugar. El tiempo y el espacio allí funcionaban diferente que en mi cabeza. Las distancias siempre resultaban mayores de lo que tú a simple vista podías estimar y el tiempo que creías que ibas a invertir era siempre la mitad del invertido en realidad. La inmensidad del paisaje y la dificultad del terreno distorsionaban los sentidos. Y era un hándicap a batir. Aunque la mayor dificultad con la que nos enfrentamos fue con nuestra resistencia emocional. El ánimo es un sentimiento que te domina y te hace avanzar, te da aliento y sentido a lo que haces.

 Tercer día. Aquel "laguito" del fondo era una zona pantanosa. Se convirtió en mi infierno personal

 El tercer día pasé un día oscuro y así se me hizo el camino, aunque con ayuda de un salmón ahumado y palabras de ánimo del compañero conseguí superarlo y terminar en la siguiente bahía. Y las moscas. Ese zumbido incansable, esa terquedad, esa insistencia infatigable por penetrar en cada orificio de la cara y de chuparte cada gota de sudor de los brazos, de cientos de moscas alrededor hizo que el ánimo de mi compañero se quebrara al día siguiente y se convirtiera en su peor momento, en su pesadilla particular.

4º Día. Civilización
Estuvimos solos los 4 días de la marcha. Bueno, si no contamos a las miles de aves marinas y a los zorrillos árticos que nos llegaron a visitar una tarde y tomamos un té con pastas. ¡Qué placer cuando puedes disfrutar de la naturaleza desde un collado y desde otro y otro más sin ninguna otra voz más que la tuya!

Cuando llegamos el 4º día al lugar donde nos recogería el barco para devolvernos a la civilización yo estaba repleta de sentimientos encontrados. Al mismo tiempo deseaba volver y continuar mi viaje.
Fue un gran viaje. De los que te enseñan por dentro y por fuera.

De la civilización lo que recuerdo con más cariño es la cena en aquel restaurante de Isafjordur. La luz que lo envolvía todo, el aroma a café, el edificio de madera amarillo y la decoración tan delicada... ¡Fue un verdadero placer civilizado! La comida fue lo de menos, la verdad. Y eso que estaba exquisita.

Mi restaurante favorito. La civilización.

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