PERÚ IV Islas Ballestas, Huacachina, Arequipa.

Zona costera Protegida de las Islas Ballestas
Algodón, paprica, espárragos, cebollas, chumberas donde criar las chinchillas, alcachofas, pecanas... el desierto tratado con cariño y sabiduría proporciona grandes tesoros.

Las Islas Ballestas son basicamente unos grandes islotes de piedra pelada de la que han hecho su hogar decenas de especies de aves y un montón de mámiferos marinos. Están altamente protegidas y la zona costera que las abarca también.
El intenso olor a amoniaco te hace llorar los ojos,
toneladas de guano es protegido por un vigilante armado al que vemos apostado en lo alto del risco. ¡Ese hombre debe tener la pituitaria abrasada! El estado lo vende a muy buen precio este fertilizante natural y es una gran fuente de riqueza a coste cero. Solo necesitan que sigan cagando los cormoranes, los pingüinos, los albatros, los pelícanos, las gaviotas...
Los lobos marinos hacían las delicias de todos los guiris del barco: Las crías, las maniobras para encaramerse torpemente a las rocas desde el agua, las colonias echándose la siesta...


Al regresar a tierra paseé por la zona costero desértica del parque. Es impresionante el contraste de colores, el fuego del desierto y el salitre con el agua, la espectacularidad de la inmensidad del paisaje. 
Durante el paseo descubrí los restos de un lobo marino atacado por un tiburón, lo que quedaba de una enorme tortuga marina y un bebé lobo de mar al que debían haber arrastrado las corrientes a la costa y lloraba desesperado llamando a su mamá. Avisamos a los servicios del parque.
El final de la historia es un final abierto...
Dormí un par de días en el Oasis de Huacachina. O más bien lo que queda de él. Una especie de parque alrededor de un oasis apestoso y cenagoso. Rodeado por unas dunas altas como montañas. Y el Youth Hostel, y el hotel, y el balneario y los restaurantes y los artesanos... Pero no se cómo tiene algo mágico que te atrapa...
Y para muestra un botón:
Recordé que posiblemente anduviera por aquí el colega del chico que conocí en el avión, Ángel. Me dijo que preguntara por él y eso hice. Y allí apareció. Jordi el místico de Huacachina. Un año llevaba allí plantado. Salió de Barna y se quedó en Huacachina, al otro lado del Mundo atrapado por la magia y la energía de este lugar un año. Volvía de meditar del desierto, una manta y un palo. Le di recuerdos de Ángel.
Creo que llegué a este lugar porque tenía esta misión. Dar un saludo de un amigo a otro alejados en el espacio y en el tiempo. Pues misión cumplida.

Oasis de Huacachina

Arequipa apareció escoltada al fondo por los grandes volcanes Misti, Chachani y Pichu Pichu en la meseta. La ciudad blanca. Es preciosa. Colonial, con su plaza de armas, sus iglesias y casitas con corredores de madera. Todo blanco, blanco, blanco menos el Monasterio de Santa Catalina, que era rojo teja.

¡Menudo complejo turístico que tenían las monjitas y las no tan monjitas! Es un compound de españolas en el Perú del S. XVI. Allí solo entraban mujeres, religiosas o no y tenían todo lo que pudieran necesitar y desear.
Las calles limpias, a la sombra, con fuentes, plazoletas, zonas de compra, de ocio, cocinas, apartamentos, capillas, biblioteca, hospital, farmacia... Una pasada.
Al atardecer empezaba a hacer frío y la plaza porticada se iluminaba de luz anaranjada. Los restaurantes te ofrecían platos típicos, la música, los artesanos estaban por doquier.
En Arequipa comí Cuí. Por la mañana los había visto tan peluditos y tan lindos en la parte de atras de una casa, blanquitos y marrones, que te entraban ganas de adoptar al lindo conejito y por la noche me lo cené. Sobre el plato el conejito abierto en canal, tostadito, con la cabecita incluida. ¡Mmm Delicioso el Cui!

Mi viaje continuaba... Hacia el Valle del Colca. Vería al Cóndor cara a cara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario