La Costa Oeste: De camino hacia el Arthur's Pass había que recorrer la costa Oeste. Salvaje, sin poblaciones, salvo los backpackers diseminados a lo largo de la carretera, entre ésta y el mar. Detrás, montañas tapizadas por bosques nativos, durante kilómetros y kilómetros. Agreste, con playas de roca negra abiertas al mar, continuamente azotadas por el viento y las olas.
Y en uno de esos pequeños
alojamientos para mochileros de todo el mundo
paramos a pasar la noche.
Nuestro backpackers |
Ya atardeciendo nos acercamos a unas curiosas formaciones geológicas denominadas pancake rocks, Punakaiki para los nativos.
Pancake rocks |
Formadas por finas capas de rocas sedimentarias han creado unas
curiosas construcciones erosionadas por la acción del mar, que además
crea entre sus cavernas blow holings, orificios por donde la fuerza del
mar hace que salga el agua resoplando hacia arriba, formando columnas de
agua vaporizada. Por la mañana paseamos por la costa y después
comenzamos un pequeño track que comenzaba en la desembocadura de un río
encañonado entre cortados cubiertos de selva. La ruta iba siguiendo el
curso del rio con lo que su dificultad era mínima. A tramos la selva te
dejaba ver el río y el cañón por el que ibas avanzando y durante todo el
camino se escuchaba el maravilloso canto de mi pajarito
favorito. Como el camino era un tanto monótono, selva y selva por todos
lados, hubo un momento que nos saturó y decidimos regresar a la
desembocadura.
Arthur's Pass:
Mi único acercamiento a los Alpes Neozelandeses. Y se quedó en eso. Un
acercamiento. Tuve que decir adiós al mar y en mi cabeza en ese momento
comenzó la despedida. Gran palizón de coche. Impresionantes parajes.
Para subir a
la montaña hacen falta dos cosas: aptitud física y fortaleza emocinal.
Si la primera falla puedes apañarte con la segunda y subir. Si la
segunda falla olvídate que no darás ni un paso hacia la cima.
En la montaña
existen unas leyes no escritas que dicen que puedes dejar al compañero
en el camino si tú puedes llegar al final. En muchas ocasiones se hace
esto. En otras muchas no. No es la primera vez que me pasa que renuncio a
subir o a terminar un camino porque el compañero no puede. Y en otras
ocasiones mis compañeros se han sacrificado por mi y han dado media
vuelta porque yo no podía. Siempre recordaré a Prado y Félix bajándome
de la Canal del Fraile hacia los Picos del Infierno en Panticosa y yo
llorando de rabia porque ellos no subían por mi culpa. Eso tiene mucho más valor que llegar a la cima.
Nuestro último evening walk fue para disfrutar de la Devils Punchbowl fall. Casi 150 m. de caída de agua. El
camino estaba tan trillado que habían decidido convertirlo en una
pasarela de madera casi en su totalidad. Eso le quita todo el encanto al
paseo, pero protege el medio. En fin. Humanos. La cascada si era
bonita. Tanto que estuvimos allí plantados mirándola su horita
tranquilamente. Vuelta al Youth Hostel y como colofón de un viaje
fantástico, disfrutamos de nuestro rissoto con atún y espinacas
acompañado de sauvignon white wine, risas, baciles y un brindis
inolvidable: "Por nuestra próxima cena"
El
finger que te mete dentro del avión de vuelta está totalmente tapizado
por una foto, desde el suelo hasta el techo, de los bosques lluviosos y
fern trees que había caminado contigo y de sonido ambiental cantaba mi
pajarito. Aquel que sonaba en los Sounds...
No quiero volver a despedirme de ti.
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