NEW ZEALAND III: NELSON, KAITERITERI, TE WAIKOROPUPU SPRINGS Y LA GOLDEN BAY

Kaiteriteri
Nelson y Kaiteriteri: En nuestro camino hacia la Golden Bay hicimos dos paraditas de escándalo. La primera en la playa de Nelson a tomarnos nuestros bocadillos. Arenas de un blanco radiante, infinitas y el mar a lo lejos azul turquesa. El sol hacía que todo brillara como un diamante, tanto que te costaba definir las siluetas de las personas que paseaban por la playa. Y Kaiteriteri.
Una albufera flanqueada por unos grandes peñascos que quedaban al descubierto en marea baja y que por supuesto exploramos convenientemente.
 A sus pies un camping con cabins. Genial. Por la mañana desayunito en la playa: La cantimplora llena de rico té con azúcar, peras, mandarinas, plátanos, chocolate, muesli, tostadas recién hechas en el camping, mantequilla y mermelada de albaricoque. Secamos la mesa del rocío de la mañana con mi toalla-balleta, y sentados en el banco mirando al mar, dimos cuenta tranquilamente de ese maravilloso momento. ¿Quién quiere regresar a Madriiiid?
Golden Bay: Después de hacer la compra, actividad que incomprensiblemente a M. le encanta hacer conmigo y yo me regocijo por ello, dirigimos nuestros pasos hacia las Te Waikoropupu Springs.
Estas surgencias son unas de las más caudalosas del hemisferio Sur y de las más puras del planeta. Son conocidas por la claridad de su agua. Es alucinante ver con tanta nitidez a través de ellas. Los colores son de otro mundo. Son un lugar sagrado para el pueblo Maorí. Las leyendas cuentan que eran un espíritu guardián de la vida y de la muerte. Es el lugar donde se encuentran lo espiritual y el origen físico de la vida. Cuentan  que proporcionaban agua para la curación, y en el pasado fueron un lugar de bendiciones ceremoniales en los momentos de nacimiento y muerte y la salida y de regreso de los viajeros.
Te Waikoropupu Springs.
¿Solo yo encuentro significante el hecho de haber llegado hasta aquí con M. justo en este momento de nuestras vidas? Vaya. Debo ser demasiado espiritual...
Subiendo, subiendo llegamos a Wharariki beach.
Brutal. Tremenda. Impresionante. Espectacular. Encantadora. Un sueño. Tras un paseo de unos veinte minutos caminando entre colinas de verdes pastos y atravesando bosque de dunas, salimos finalmente a darnos de bruces con una de las playas más brutales que he visto nunca: dunas y dunas de arena blanca, acantilados con cuevas a los extremos de la inmensa bahía, grandes bloques de piedra como gigantes guardianes de mantener virgen ese lugar, el mar azul turquesa y blanco, la luz que lo inundaba absolutamente todo, y... ¡los bebés focas!

Golden Bay. Wharariki beach.

Con la marea baja se formaban pequeñas piscinas naturales entre las rocas, en la arena donde una veintena de encantadoras foquitas, retozaban, nadaban y jugaban sin parar ignorando inocentes, la presencia de los seres humanos a su alrededor. Incluso en ocasiones su naturaleza mamífera hacía que se acercaran curiosas a algunos de nosotros y nos miraran con esos enormes ojos negros vidriosos. 

La vuelta la hicimos con el sol ya bajo, transformando la luz blanca en dorada. Salimos por el otro extremo de la bahía y subimos a lo alto de las colinas de pastos que había tras los bosques que hacían de frontera entre las dunas y las colinas. Todo parecía bañado en oro.
Golden light in Golden Bay


 Ni siquiera el bosque que teníamos delante se veía verde. Era dorado.Y descalza llegué al aparcamiento del que salimos para a los cincuenta metros parar en el único camp de la zona, en el que pudimos disfrutar del BP para nosotros solos. Después de cenar repetimos el paseo hacia la playa. Había luna llena y se podía caminar sin linternas.
Increible el paseo nocturno. Telita. Menudo día Memorable.
Cape Farewell.
Walking barefoot. Fareweel Cliffs.












Al día siguiente nos acercamos al cabo Farewell. Unos acantilados calizos impresionantes.

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