LAS AZORES. Mimando a los cinco sentidos.



17 de Septiembre 2012.

Aún hace calor en Madrid. Los días continúan soleados y no ayuda mucho a que el cerebro se adapte de nuevo a la rutina de la ciudad. Al ruido, las prisas, los apretones, la contaminación, los olores...
Con solo dos semanas en la ciudad el cuerpo me ha dado señales de que a él le disgusta tanto ésto como a mi. Contracturas, herpes en el labio, sueño infinito, ansiendad, la famosa depresión postvacacional...





Fueron el último tramo de vacaciones del verano. Al igual que el verano pasado que fuimos a recuperarnos a Córcega, una zona más calurosa y soleada después de un viaje por tierras norteñas en Islandia, este año después de Noruega nos acercamos a las Azores, ya sabéis por lo del anticiclón... sol y calor ¿no?


Pues... no exactamente. Si queréis conocer en detalle los lugares que visitamos deberéis leeros la entrada de Azores en Grandes Viajes, yo aquí solamente describo sensaciones...

Me recordaba tanto a Madeira que no había día que no me confundiera llamándola a ésta por el nombre de aquella.
Uno de las decenas de cráteres







Pasamos la mayor parte de los días pasados por agua e incluso nos alcanzó una tormenta tropical resto de un huracán que venía de América. Parece que si no vivimos alguna catastrofe natural importante no merece la pena el viaje.

¿Un bañito de agua caliente en el Paraíso?
A saber: El Etna en erupción en las Eolias, el incendio de Torres del Paine en Patagonia, los volcanes que derretían glaciares en Islandia y aquí el resto de un huracán.

El Jardín del Edén.
Sin embargo, a pesar de la lluvia, la temperatura siempre rondaba los 25Cº. Daba toda la sensación de estar en un pais Caribeño. El paisaje era totalmete Tropical, selvático. Rodeados siempre de espesos y frondosos bosques de palmeras, árboles helecho, laurel, incienso australiano, lianas, orquídeas, hortensias y un millón de flores más.
Los arroyos eran inumerables y cada uno con su correspondiente cascada, poza, agua termal, fenómeno volcánico... Era como vivir en el Paraiso.
Había días en que no se llegaba a secar el bañador y eso que en el mar creo que me zambullí unas tres veces. Pero había tantas pozas de aguas calientes, tantas lagoas al fondo de un cráter, tantos arroyos... ¡que te pasabas el día de charco en charco! ¡Incluso aunque no dejara de  llover!
Y además estaba el mar. Su azul conjuntando con el negro de la roca volcánica y el verde de la selva...


El mar de color plata...
Y los volcanes y las fajas y las grutas, y las parrillas en medio del monte y el espíritu baleeiro (en su día fueron grandes cazadores de ballenas). ¡Me encantan los portugueses!

Lajes. Una mañana de postal.

Era un viaje muy especial. Con el sabor agrio de que pudiera ser el último hasta quién sabe cuándo y dulce por lo hermoso, delicioso, amoroso y divertido que estaba resultando.

Nuestro último día en Azores. Respirando despacio...

Fue un viaje donde mimamos a los 5 sentidos:
Al gusto con los bolhos dulces rellenos de crema templada y fino hojaldre recubiertos de azúcar glaseada, las carnes tiernas, jugosas de la cooperativa ganadera de Sao Miguel, los pescados, el cozido interminable de Furnas, los vinos, el pao con queijo fresco...

¡Mirad el tamaño de esos bichos!
Al tacto lo mimamos con caricias y besos, con las aguas calientes de los volcanes y las frías del océano, con la suavidad de los pétalos de miles de flores;
Al olfato con el azufre, las laranjeiras, las flores, el salitre del mar, la humedad del bosque, el olor del musgo y de la niebla.

Mimándonos
A la vista con miles de tonos verdes brillantes que lo tapizaban todo; azules oscuros, lilas y plateados del mar y claros, limpios los azules del cielo cada vez que se abría un hueco entre las nubes; negros, rojos, granates de los volcanes, y pinceladas de rojos, naranjas azules, amarillos, rosas, lilas, de flores que lo salpicaban todo



Y al oído lo mimamos con los pájaros, la lluvia golpeando sobre nuestra cabañita de las Laranjeiras, las campanas de Lajes, las sonrisas y las conversaciones, el viento y los susurros...

De nuevo las ansias por perdernos, desaparecer del mapa, tener nuestro propio rincón del planeta para uso y disfrute personal aparecían en cada lugar donde pasábamos unos días seguidos, haciéndolo en pocas horas nuestro "hogar" y en un solo día nuestro "rincón en el Mundo". La cabañita de Sao Miguel, Ponta da Faja, Almoxarife... son ya algunas de nuestras posesiones más preciadas. Y siempre que queramos podremos perdernos ¿soñando? no, aún mejor, rememorando que un día vivimos allí como más nos gusta en el mundo: sintiéndonos libres, felices y cerca de una Tierra que da vida.






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